El Rey Arturo 1. El origen de una leyenda by Teresa Muñoz

El Rey Arturo 1. El origen de una leyenda by Teresa Muñoz

autor:Teresa Muñoz [E. Norwitch]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788427222359
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2020-03-13T00:00:00+00:00


Arturo todavía no se sentía por completo rey, actuaba todavía como un despreocupado muchacho, sin tener presente que tenía que hacer cosas que antes no hubiera podido aceptar, como que alguien se jugara la vida por él. No eran los valores que le habían enseñado sus padres, pero ahora no le quedaba más remedio que interiorizar que su nueva posición conllevaba una gran responsabilidad, y que no era a él a quien salvaba protegiéndose a sí mismo, sino a su reino y a su pueblo.

—De acuerdo —aceptó con resignación y en contra de lo que le pedía su corazón.

Lancelot sacó los guantes de piel que usaba para montar a caballo, se los puso y se colgó de la cuerda dispuesto a avanzar. Tras comprobar que la cuerda era segura, empezó el recorrido.

—¡Muy bien, Lancelot! —le animó Arturo cuando ya había recorrido unos metros, y luego recomendó—:¡No mires abajo!

Decir eso fue un error.

Su intención era buena, pero todo el mundo sabe que no hay nada peor que recomendarle a alguien que no haga una cosa, ya que en general se consigue el efecto contrario. Y eso es lo que ocurrió entonces. Lancelot, casi sin poder evitarlo, sin pensar, miró hacia abajo.

La distancia era tan descomunal que parecía que llegaba hasta el fin del mundo. La niebla se había disipado un poco y el abismo se veía más claro. Jamás había visto un vacío tan grande. De pronto, sintió una gran angustia en el pecho. Empezó a sudar y se quedó paralizado.

Arturo, que al ver la reacción de Lancelot, se dio cuenta de la metedura de pata que había cometido y pensó:«Para qué habré dicho nada», y entonces se acordó de algo que siempre le decía su madre:«Si no es para mejorar el silencio, mejor cállate». Ahora se arrepentía más que nunca de no haberse aplicado más en seguir ese consejo, pero el mal ya estaba hecho.

—¡No te detengas ahora! —gritó Arturo para animarlo a seguir.

Pero Lancelot no podía moverse, casi no se atrevía ni a respirar. Había entrado en pánico. Tenía la cara contraída y los ojos cerrados.

«No puedo seguir, no puedo seguir, me voy a caer, me voy a caer», se repetía en voz baja como una oración maldita, y eso todavía acrecentaba más su miedo.

Merlín, que se había relajado mientras los chicos preparaban el plan para cruzar, se tensó de golpe y observó a Lancelot con preocupación: el chico se había bloqueado y ahora no podía ir ni hacia adelante ni hacia atrás.

Tanto él como Arturo pensaban a toda velocidad qué podían hacer para ayudar a Lancelot, cuando empezaron a notar una especie de temblor de tierra. Miraron aturdidos a su alrededor pero todo parecía estar en orden. Entonces se dieron cuenta. Era el árbol al cual habían atado la cuerda. Había empezado a mover sus enormes ramas. Primero solo un poco pero luego empezó a zarandearse cada vez más y más. Era como si quisiera soltar la cuerda que los chicos le habían atado, como si estuviera irritado porque no le habían pedido permiso.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.